Kierkegaard: las tres etapas de la vida de una persona humana

Kierkegaard: las tres etapas de la vida de una persona humana

JOHNNY ZURI HOY DESDE CUENCA – ESPAÑA
En The Politics of Exodus, Mark Dooley ofrece una interpretación animada de Kierkegaard como predecesor de las ideas morales y políticas de Jacques Derrida. Dooley mantiene que estas afiliaciones son más profundas de lo que han sugerido los comentaristas precedentes. Su aseveración más discutida es que Kierkegaard es de todo menos un defensor del individualismo asocial.

En el siglo XIX Søren Kierkegaard identificó tres etapas posibles que una persona puede atravesar en su vida: la etapa estética, la etapa moral y la etapa religiosa. La mayor parte de las personas solo pasan por la fase o etapa inicial, y por la segunda, si bien muchas personas ni lo consiguen. 

Etapa estética

La primordial motivación en esta etapa es el placer. Es esencialmente un hedonismo psicológico, si uno o una se siente bien, es bueno. En esta etapa, las personas procuran el placer, particularmente el placer de probar la belleza. Este es el furor de los años veinte, envuelto en música, películas y ensayando la maravilla de la vida. El propósito del día tras día, y la vida normalmente, es reunir toda la experiencia de belleza y placer que resulte posible.

Etapa ética

En la Etapa Moral, una persona se ha elevado sobre su modo de operación estéticamente enfocado, y ha empezado a continuar las reglas y las leyes de su sociedad. Las inclinaciones dan paso a las obligaciones. Sentimos que tenemos responsabilidades de cara el resto de las personas. Tenemos hijos, mascotas, trabajos y colegas, vecinos, amigos maduros. Nuestras relaciones en esta etapa ya no parecen transitorias, al tiempo que en la universidad o bien en nuestra adolescencia tardía, lo fueron. Existen esperanzas, deseos y compromisos más complejos. Asimismo tendemos a comprender quiénes somos en concepto de esos compromisos.

Escenario “religioso”

Para Kierkegaard, la etapa más alta de la vida que los humanos pueden aguardar es lo que llama la etapa “religiosa”. Kierkegaard era un cristiano, pero la etapa “religiosa” no implica fundamentalmente la creencia en ninguna deidad o bien algún sistema de opiniones particularmente. No es eso. Más bien, se trata de mejorar como humanos más allá de las dos etapas precedentes. Se trata de llegar a algo profundo.

El paso de la Etapa Estética a la Etapa Moral consiste en separarse de cosas particulares, de las posesiones, experiencias, personas, obligaciones, el orden y el progreso. Tras cierto tiempo, esto puede empezar a sentirse como rutinario, tal y como si no tuviese un objetivo mayor. Además de seguir haciendo lo correcto y cumplir con las obligaciones, en esta etapa final se nota implícito algo más: un salto de fe.

Para Kierkegaard, esto significaba dar el salto de fe en una deidad, sin embargo las peculiaridades del salto pueden ser extendidas a otras cosas. El salto de fe implica abrazar la creencia en algo que quizás no se pueda probar, implica el género de fe o bien el de confianza que procede de una pasión y emoción internas. Es el género de creencia que te mueve por el hecho de que es absolutamente individual y única. Kierkegaard describe ese sentimiento más o menos como “estar en medio del mar y, no obstante, estar alegre, una suerte de temor y emoción, todo en uno. Se trata de entregarnos a algo más alto que nuestro papel en la sociedad.

El “nacionalismo cristiano” 

Se refiere al conjunto de ideas en las que la creencia en el desarrollo y la superioridad del propio conjunto nacional se combina con la teología y la práctica cristianas. Una crítica del nacionalismo cristiano está tácita en todo el pensamiento de Soren Kierkegaard, porque su análisis es inseparable de su objetivo más extenso de reintroducir el cristianismo en la cristiandad.

Stephen Backhouse examina las teologías nacionalistas de Kierkegaard, HL Martensen y NFS Grundtvig, para enseñarnos de qué forma se desarrolló el pensamiento de Kierkegaard en respuesta a los esenciales líderes culturales de su tiempo. Kierkegaard formó la columna vertebral de su filosofía y proyecto teológico en un intento de formar genuinos individuos cristianos a través de emplear el “instante”, el “salto” y la “contemporaneidad”.

La crítica de Kierkegaard es oportuna para cualquier cultura cristiana tentada a confundir su fe con el patriotismo. 

Jørgen Bukdahl, en mil novecientos sesenta y uno, explora la relación de Søren Kierkegaard, en abstracto y en su vida rutinaria, con las personas “comunes”. Intenta minar el estereotipo de Kierkegaard como socialmente distante y como políticamente conservador, porque Bukdahl estima que está esencialmente preocupado por la situación del “hombre común”.

Bukdahl sigue los pensamientos de Kierkegaard sobre el hombre desde sus primeros escritos. En todo instante, Bukdahl examina el papel que tiene la fe cristiana de Kierkegaard en su actitud de cara al hombre común y a las relaciones sociales. 

Søren Kierkegaard se presenta como el predecesor del existencialismo y también como un defensor anti-hegeliano de la persona individual. Podríamos poner en duda estas caracterizaciones tradicionales argumentando que Kierkegaard nos ofrece no solo una crítica sistemática de la filosofía idealista, también una ontología política que se halla en el contexto del pensamiento filosófico y también político del siglo XXI. Si bien Kierkegaard desarrolla una ontología, una antropología y una teoría de lo político resultado de su apropiación crítica de los proyectos filosóficos de Hegel, Schelling y Fichte. 

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