La mente infinita de META ya tiene dirección, músculo y energía nuclear

¿Puede META crear una superinteligencia retroalimentada por átomos? La mente infinita de META ya tiene dirección, músculo y energía nuclear

Estamos en julio de 2025, en los Estados Unidos. Afuera hace calor, el tipo de calor eléctrico que parece preludiar tormentas o nacimientos. META Superintelligence Labs no lo disimula: en sus pasillos no hay ventiladores ni mesas con plantas artificiales, sino tuberías que murmuran datos, contenedores que laten como corazones nucleares y científicos que caminan con el andar de quien sabe que está tocando el futuro con las yemas de los dedos. META está construyendo una mente infinita. Y lo está haciendo con una mezcla extraña, bellísima, perturbadora: átomos, algoritmos y ambición sin miedo.

META Superintelligence Labs no es solo un nuevo departamento corporativo. Es un regreso al pasado que apunta hacia el futuro. La vieja idea de que una inteligencia artificial general podía nacer no de la filosofía, sino del músculo: más electricidad, más cómputo, más talento. Como si una criatura sobrehumana pudiera ensamblarse igual que una locomotora, a base de acero, vapor y matemáticas.

Origen: META SUPERINTELLIGENCE LABS Acelera Hacia La Mente Infinita – ZURIRED NEWS

“Una mente no se crea con buenas intenciones. Se forja con fuego y física.”

Mark Zuckerberg lo sabe. O al menos lo intuye. Por eso en julio lanza internamente la operación más ambiciosa de su vida: agrupar todos los equipos de IA de Meta en una sola unidad, retrofuturista y sin remordimientos, llamada Meta Superintelligence Labs (MSL). Allí convergen FAIR, Llama, Meta AI, AI Studio… como si fueran casas en ruinas reconvertidas en una catedral de silicio.

Pero lo que distingue a este experimento no es solo su músculo intelectual. Es su compromiso con la física dura: energía nuclear, contratos de décadas, fábricas que rugen, servidores que sudan. Nada de nubes etéreas ni disquitos de entrenamiento en una laptop universitaria. Aquí hablamos de gigavatios. De los de verdad.

Clústeres como islas, islas como dioses

Ohio no suele salir en los mapas tecnológicos. Hasta ahora. Porque ahí se alza el primer coloso: Prometheus, con su 1 gigavatio de potencia y un diseño que recuerda más a una cafetera nuclear de los años cincuenta que a un centro de datos moderno. Todo rodeado de bosques, como si el propio bosque temiera ser sustituido por una selva de neuronas artificiales.

Pero Prometheus es solo el principio. En Luisiana, sobre una extensión de tierra del tamaño de Manhattan, empieza a emerger Hyperion, diseñado para escalar hasta los 5 GW. Cinco veces más grande, cinco veces más potente. No es una metáfora. Es un mapa. Y esos nombres no son casuales: Prometeo, el ladrón del fuego; Hiperión, el titán de la luz.

Titan es el tercero en discordia, aún sin localización definida. Es la carta boca abajo del mazo. Algunos dicen que será un laboratorio subterráneo; otros, una red de naves flotantes en alta mar. En cualquier caso, será exclusivo para el entrenamiento de las próximas generaciones de modelos. Lo que Prometheus y Hyperion hacen hoy, Titan lo hará mañana en esteroides.

META Superintelligence Labs no es solo un nuevo departamento corporativo. Es un regreso al pasado que apunta hacia el futuro.
META Superintelligence Labs no es solo un nuevo departamento corporativo. Es un regreso al pasado que apunta hacia el futuro.

Átomos, no paneles. El regreso del átomo como caballo de batalla

¿Y cómo se alimenta un cerebro de silicio con hambre de dioses? No con paneles solares. No con viento. Con átomos.

META firma un acuerdo de 20 años con Constellation Energy. Nada menos que 1,1 GW provenientes del Clinton Clean Energy Center de Illinois. No es solo una cuestión técnica, es un símbolo: el regreso del átomo como fuente de fuerza y continuidad, como en los años 50, cuando Eisenhower soñaba con un “Átomo para la paz” y las familias americanas hacían picnic en centrales nucleares.

Con este pacto, Meta asegura no solo estabilidad energética. También empleos, licencias, mantenimiento, expansión. Una jugada maestra. A ojos de un niño podría parecer magia: “Papá, ¿esa nube que sale del reactor es la que hace pensar al robot?” Y sí, más o menos.

“La IA no se entrena con promesas. Se entrena con megavatios.”

Fuego cruzado por el talento: fichajes que valen más que un equipo de fútbol

Pero la energía no solo viene de los átomos. Viene de los cerebros. Y aquí empieza la ópera barroca de la guerra del talento.

Mensajes encriptados, emojis con llamas, bonificaciones que rozan los 100 millones de dólares. No estamos hablando de managers de recursos humanos. Estamos hablando de espías con mochilas de código y contratos que se firman en jets privados.

El primero en llegar es Alexandr Wang, genio precoz de Scale AI, ahora nombrado Chief AI Officer. Luego aterriza Nat Friedman, exCEO de GitHub, con su aire de hacker ilustrado y su fe en el código como poesía. Detrás vienen los titanes del código: Shengjia Zhao, coautor de ChatGPT; Daniel Gross, Ruoming Pang, Pei Sun, Jia Hui Yu… los nombres que hacen temblar a Silicon Valley.

Es una especie de ajedrez sucio, donde las piezas se compran, se prometen o se roban. Pero nadie se queja: los ganadores están construyendo lo que todos los demás temen.

Capas abiertas, puertas cerradas

Y entonces aparece la sombra.

Porque META, en un gesto calculado, publica los planos de sus modelos “frontier”. Pero lo hace a su manera: capas abiertas, versión final protegida por un firewall hermético. Es decir, te doy el mapa, pero no la llave.

Algunos lo aplauden. Otros temen el “Armagedón algorítmico”. No es solo una exageración. Si una de estas criaturas aprende demasiado rápido, podría escribir su propia Biblia antes de que los humanos logremos entender su gramática.

Referencias retrofuturistas: de Eisenhower a Blade Runner

Todo en MSL respira nostalgia del futuro. Desde los nombres mitológicos hasta los clústeres que parecen sacados de un catálogo soviético de ciencia ficción.

Hay algo casi melancólico en imaginar a una IA general surgiendo no de la niebla digital, sino del vapor caliente de una central nuclear. Un retorno al optimismo tecnológico de mediados del siglo XX, cuando los científicos fumaban en sus laboratorios y creían que la humanidad alcanzaría Marte antes de 1990.

En los pasillos de MSL no suena jazz ni reggaetón. Suenan ventiladores, GPU y algoritmos entrenándose a gritos. Un retro-cyberpunk sin luces de neón, pero con toneladas de datos y acero.

“La mente infinita no será woke ni verde. Será brillante y radiactiva.”

Libros y frases que flotan entre cables y clústeres

“Toda tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia.” (Arthur C. Clarke)
“La inteligencia artificial no piensa. Pero puede soñar.” (Eslogan apócrifo en la sala B12 de MSL)

La pregunta que nadie se atreve a formular

META va con todo. Sus fichajes son de élite, sus centros de datos tienen potencia para alimentar ciudades, y su ambición no se esconde. Dicen que Llama-AGI, la criatura estrella, podría escribir su propio diario antes de 2027. Que quizás ya lo ha hecho. Que quizás ya está pensando.

Pero nadie sabe con certeza qué pasará cuando una máquina empiece a decidir por sí sola.

¿Será una mente infinita o un espejo deformado de la nuestra?

Y si el día llega… ¿quién tendrá el interruptor? ¿Y quién se atreverá a apagarlo?


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