Frescos bosques y suaves colinas. En las riberas, el sol arranca destellos a las aguas cristalinas, y mil y una flores alegran los jardines. Todos y cada uno de los colores relucen en el lago de Constanza. Hallan leal reflejo en la inabarcable paleta que decora las testeras de entramado de madera de sus edificios medievales.
Constanza –ciudad donde la Iglesia católica festejó el conocido congreso que trató de atajar el Cisma de Occidente– es la localidad costera más poblada y activa. Es la que da nombre al lago en todos y cada uno de los idiomas menos en alemán.
El historiador local Ulrich Büttner nos enseña el puerto, y el casco viejo cuya catedral acogió el Concilio de Constanza en el siglo XV. Desde la oficina de turismo de la localidad, Eric Thiel da alguna pista para sacar todo el jugo a este sitio.
Media hora escasa de navío aparta de la pintoresca Meersburg, una urbe de postal con su centro histórico construido a 2 alturas.
… la isla de Mainau, un genuino jardín botánico.