Una barba blanca como la nieve. Un extenso bigote… Es Paul Knoetze. Y es un arte el que está intentando mantener vivo. Es el profesor artesano. Nos habla desde su mesa de reparación y fabricación de relojes, donde está inclinado sobre un reloj de cien años que no ha sonado en veinte.
septiembre 2020
Su protector ocular ampliado está enfocado en una parte enana y frágil que controla el péndulo del reloj, que por su parte sostiene el reloj en marcha. «Al dueño le afirmaron que la reparación costaría más de R6,000», afirma levantando la vista de su trabajo.
El inconveniente real de los relojes viejos, grandes y pequeños, explica, es que muchas de las piezas que precisas deben estar hechas a mano. «Cada reloj es diferente. » Knoetze, ingeniero electrónico de profesión, ha sido llamado para reparar muchos relojes históricos.
Su reloj más desafiante fue uno de cuco del siglo XIX cuya llamada había desaparecido hacía un buen tiempo. «Había 2 cucos, uno en la parte superior y un cuco bebé en un nido debajo. » Suráfrica está anegada de relojes viejos que miran cara las pequeñas plazas de los pueblos y, habitualmente, dominan los horizontes de la urbe. «La tristeza es que salvo que establezcamos escuelas singulares para la fabricación y reparación de relojes, como las viejas escuelas de gremios, muchos de nuestros apreciados relojes van a dejar de marchar, seguramente por siempre. »
Origen: Keeping time: One of South Africa’s oldest arts under threat